Análisis de flujo de capital en la era de Trump 2.0

Trump 2.0 ha vuelto a sacudir las reglas del juego, y lo hace a su manera: sin seguir el guion de nadie. A diferencia de su primer mandato, su forma de gobernar en esta oportunidad rompe por completo el molde.

En palabras del propio Trump, el sistema económico global heredado de la Segunda Guerra Mundial ya no es de interés para los Estados Unidos de América.

Su lema, America First, no es solo una frase; es una declaración de ruptura.

Glosario del contenido del artículo:

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¿Y cómo se traduce eso en la práctica? En aranceles más altos, menos compromiso con la seguridad y la cooperación internacional, y una política exterior que muchos consideran impredecible.

Este cambio ha despertado una pregunta que resuena en los mercados: ¿podría todo esto debilitar el papel del dólar, la moneda que ha dominado el mundo durante casi ocho décadas?.

En medio de este reajuste global, la eurozona podría salir ganando. Con un marco regulatorio sólido y la independencia del Banco Central Europeo fuera de duda, Europa se presenta como un refugio atractivo para la inversión.

Además, los nuevos planes para reforzar la defensa, como el proyecto ReArm Europe y las inversiones en infraestructuras, especialmente en Alemania, podrían abrir una etapa de oportunidades económicas.

Todo parece indicar que mientras EE. UU. redefine su papel en el mundo, Europa parece dispuesta a ocupar parte del espacio que deja libre. El tablero geopolítico se está moviendo, y quienes sepan leerlo a tiempo podrían encontrar ahí su próxima gran apuesta.

Qué debe esperar Europa con el “America First"

¿Qué debe esperar Europa con el “America First?

Probablemente, menos abrazos diplomáticos y más negociación dura. Trump no ve a la Unión Europea como un socio natural, sino como un competidor que, según él, ha aprovechado demasiado las ventajas del libre comercio y del paraguas de seguridad estadounidense, y eso tiene consecuencias directas para la economía europea.

Si algo ha dejado claro es que su prioridad sigue siendo Estados Unidos, su enfoque más no intervencionista podría llevar a una menor implicación militar de Washington en Europa, lo que obligaría a los países del continente a aumentar su propio gasto en defensa.

Pero no hay que verlo todo negro. Una política estadounidense más individualista, representa también una oportunidad para el continente.

Europa tiene mucho potencial para fortalecer su autonomía económica, poco a poco se está convirtiendo en pionera de la transición energética reforzando su papel como polo financiero alternativo.

Pero todo dependerá de su capacidad de responder ¿Seguirá siendo espectadora o va a decidir actuar con voz propia?.

En el fondo, lo que Trump obliga a Europa es a mirarse al espejo. Ya no puede depender de la protección o el impulso de otros. Si quiere mantenerse fuerte en un mundo cada vez más competitivo, tendrá que asumir un papel más activo, más valiente y, sobre todo, más unido.

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La zona euro como centro de grandes inversiones

En los dos últimos años, Europa ha vuelto a ganarse la atención de los grandes inversores.

Tras el frenazo que provocó la guerra en Ucrania en 2022, los flujos de capital hacia la eurozona se han reactivado con fuerza, y no hablamos de cifras pequeñas: solo hasta julio de 2025, las inversiones directas y en cartera (es decir, en deuda y acciones) superan los 560.000 millones de euros, lo que equivale a un 3,7% del PIB europeo y supone un salto del 30% respecto al mismo período del año anterior, el mayor nivel desde 2015.

Buena parte de este repunte viene del regreso de la inversión directa extranjera (IDE). Después de años de des inversiones, más de 350.000 millones de euros salieron en 2023, el flujo se ha invertido: hasta julio, la eurozona ha recibido unos 147.000 millones de euros en IDE. Es una señal clara de que los inversores están recuperando la confianza en la región.

En cuanto a la inversión en deuda y bolsa, el movimiento ha sido más irregular. Abril fue un mes complicado: los anuncios de aranceles recíprocos durante el llamado Liberation Day provocaron salidas de capital, pero el interés volvió a repuntar poco después.

Hoy, la deuda europea parece ser la favorita de los inversores extranjeros, con entradas por unos 255.000 millones de euros, aunque sigue un 20% por debajo del año pasado.

En la renta variable ocurre algo parecido: mucha volatilidad, pero aún 162.000 millones de euros en juego. En conjunto, Europa vuelve a ser vista como un terreno fértil para el capital global.

Análisis económico europeo durante el último año

Análisis económico europeo durante el último año

El mundo económico atraviesa una etapa complicada. La fragmentación global y las deudas públicas disparadas están generando un clima de alta volatilidad, donde los riesgos parecen inclinarse más hacia el lado negativo que hacia el positivo.

Y Europa, claro, no escapa de ese panorama. La región enfrenta tanto presiones internas como externas que limitan su capacidad de crecer.

Todo apunta a que su potencial económico bajará del 1% que tenía antes de la pandemia, a cerca del 0,5% en los próximos cinco años. ¿La razón? Una población que envejece, una productividad que no despega y una competencia global cada vez más feroz.

Europa está quedándose atrás en la carrera tecnológica, especialmente frente a potencias como China o Estados Unidos.

A eso se suma un problema que golpea directamente a empresas y consumidores, la energía sigue siendo más cara que antes de la guerra en Ucrania.

Y si a eso le añadimos un comercio mundial menos dinámico, el resultado es una región que avanza, sí, pero con el freno de mano puesto.

Alemania intenta darle un giro con más inversión en defensa e infraestructura, pero no todos pueden seguir ese ejemplo.

Países como Francia, Italia o España tienen márgenes fiscales mucho más estrechos. En la práctica, cualquier aumento en defensa suele ir acompañado de recortes en otras áreas.

Por eso, en conjunto, se espera que la política fiscal europea se mantenga más bien neutral durante los próximos años: sin grandes impulsos, pero también sin grandes ajustes.

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Para entenderlo todo mejor, tres aspectos fundamentales rodena la economía de toda la eurozona:

1. Resiliencia en todo el continente

Aunque el panorama pueda parecer gris, hay una luz encendida al fondo del túnel: la unión monetaria europea sigue en pie y, por ahora, no da señales de tambalearse. No es poca cosa.

En los últimos años, la región ha sobrevivido a una pandemia y a una guerra en su vecindad, y eso dice mucho sobre su capacidad de resistir golpes fuertes.

Esa estabilidad no ha llegado sola. Se ha construido paso a paso, con decisiones políticas que han apuntalado la confianza en el proyecto europeo.

El Banco Central Europeo, por ejemplo, ha asumido un papel clave como prestamista de último recurso, respaldando la deuda soberana cuando ha sido necesario.

Además, el programa Next Generation EU, aunque nació como una respuesta puntual a la crisis del COVID, dejó claro que la cooperación fiscal entre países europeos puede ser mucho más sólida de lo que muchos creían.

La política, además, está menos revuelta que hace unos años. Sí, los partidos populistas siguen presentes y ganan terreno en algunos países, pero el discurso euroescéptico que buscaba desmantelar la UE ha perdido fuerza.

Un buen ejemplo es Italia: muchos temían un giro radical con la llegada de la extrema derecha, pero la realidad fue bastante más moderada.

Hoy, el apoyo al euro está en niveles récord, y esa cohesión política podría incluso reforzarse si el clima internacional se vuelve más tenso.

Claro que no todo está resuelto. Francia preocupa; su deuda crece rápido, los márgenes fiscales son estrechos y hay poco espacio para más impuestos.

Aun así, el riesgo parece más bien localizado y no una amenaza para toda la eurozona. En pocas palabras: la unión no es perfecta, pero ha demostrado que sabe resistir. Y eso, en tiempos como estos, vale mucho.

Trump 2.0

2. Tasas y divisas

Las previsiones no pintan un escenario de gran crecimiento, pero tampoco de caos. Con una inflación moderada y un ritmo económico más pausado, todo apunta a que las valoraciones europeas se mantendrán bastante estables.

En este contexto, los bonos alemanes, los famosos Bunds, podrían volver a jugar un papel clave como refugio dentro de las carteras de inversión.

Además, el creciente interés por los activos europeos, motivado por una búsqueda global de diversificación fuera de EE. UU., podría reforzar aún más esta tendencia.

Otro punto interesante es el de las curvas de tipos. Según las proyecciones de PIMCO, Europa también podría ver curvas más pronunciadas.

En palabras simples: los tipos a corto y medio plazo seguirían controlados por políticas monetarias más prudentes, mientras que los rendimientos a largo plazo podrían subir un poco, empujados por una mayor emisión de deuda alemana.

La estabilidad de la unión monetaria también juega a favor. Con diferenciales soberanos más tranquilos respecto a los Bunds, los inversores tienen margen para obtener mejores retornos apostando por una mezcla equilibrada de bonos de distintos países de la eurozona.

De hecho, la vieja división entre “países centrales” y “periféricos” cada vez tiene menos sentido: hoy lo que realmente importa son los fundamentos económicos de cada país.

¿Y qué pasa con las divisas? El dólar seguirá siendo el rey, eso no cambia. Pero el impulso hacia una mayor diversificación internacional podría darle un leve empuje al euro, suficiente para mantenerlo en buena forma dentro del tablero global.

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3. Crédito corporativo

El mercado europeo de crédito de alta calidad, valorado en más de 4 billones de euros, sigue siendo un terreno fértil para los inversores que buscan estabilidad y oportunidades reales.

Aquí encontramos compañías que ya han pasado por varias crisis y saben moverse bien en un entorno de bajo crecimiento.

De hecho, muchas han optado por mantener balances sólidos y prudentes, lo que les da margen para adaptarse a distintos escenarios sin perder el rumbo.

En este tipo de entorno, la gestión activa se vuelve clave: no se trata de comprar y esperar, sino de saber elegir con precisión dónde está el valor.

Además, el crédito europeo con grado de inversión ofrece una ventaja que muchos pasan por alto: su diversificación natural. Con una duración media cercana a los cinco años, ofrece un equilibrio atractivo entre rentabilidad y riesgo.

Y al tener menos sensibilidad a los movimientos de los tipos de interés, en comparación con otros mercados globales, ha mostrado una volatilidad mucho más baja. Eso lo ubica en una posición interesante frente a la tendencia actual de curvas de rendimiento más pronunciadas.

Y si miramos un poco más allá, el segmento de high yield europeo también ha dado un giro notable en los últimos 15 años. Hoy, más del 65% de este mercado tiene calificación BB, es decir, de calidad media-alta.

Lo curioso es que ha logrado rendimientos similares a los de la renta variable, pero con mucha menos montaña rusa emocional. Si las acciones siguen encareciéndose, el crédito podría recuperar protagonismo, ofreciendo buenos retornos… sin tantos sobresaltos.

Consecuencias de las políticas de Trump 2.0

La persistente necesidad de Estados Unidos del ahorro exterior

Estados Unidos lleva años gastando más de lo que ahorra, y eso se nota en su balanza por cuenta corriente.

En promedio, el déficit ronda el 3% del PIB desde hace dos décadas, una señal clara de que el país necesita más dinero del que genera internamente para financiar su economía, especialmente el gasto público.

¿Cómo lo logra? Atrae capital extranjero, y mucho. Sin esas inversiones del resto del mundo, el engranaje económico estadounidense simplemente no podría girar al ritmo actual.

Aunque los aranceles buscan equilibrar la balanza, todo apunta a que el déficit seguirá en torno al 3% del PIB al menos durante los próximos dos años.

En otras palabras, EE. UU. seguirá necesitando la confianza y el dinero de los inversores internacionales para mantener su motor financiero encendido.

Según los datos del Tesoro estadounidense, los flujos de capital hacia el país siguen siendo sólidos, pese a los sobresaltos geopolíticos. Incluso tras episodios de incertidumbre, como el Liberation Day de abril, los inversores no han dado la espalda a los activos estadounidenses.

Hasta julio de este año, compraron activos por unos 878.000 millones de dólares, frente a los 558.000 millones del mismo período del año anterior.

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